Una minúscula editorial artesanal
–¿Qué puede contar de Antilibros? ¿Y qué del flamante Cuatro Cuartetazos? –Antilibros es una minúscula editorial artesanal que fundamos con tres amigos y colegas de Barcelona (Daniel Riera, Mariano Lucano y F.G. Mazzeo) para editar nuestros libros y algunas cosas de amigos y gente que nos gusta. Nos encantaría editar muchas más cosas, pero se nos hace muy arduo, por tiempo y plata. Los libros están sellados por cada autor, para que los autores nos involucremos en el laburo de obrero que tiene un libro. En cuanto a mi libro, Cuatro cuartetazos, son cuatro poemas muy extensos, que desde el título propone algo así como una relectura bastarda de los Cuatro cuartetos, de T.S. Elliot. La referencia es muy vaga, claro. En realidad, en los Cuatro cuartetazos hay una necesidad de poner la primera persona en un lugar absolutamente incómodo, revulsivo, horrible. Traté de vivir en primera persona situaciones y pensamientos que odio. E intentar comprender eso, sin prejuzgar. Hay mucho oído, mucho proceso de cosas escuchadas al pasar, en la calle o en la tele. Está la historia de la travesti con la camiseta de Ronaldo, a quien vi en la plaza frente al Garrahan, a la vuelta de casa. Pero está también quien dice “Rodolfo Walsh ha matado a mi padre”, un energúmeno al que vi una vez en el programa de Mariano Grondona. Hay un tratamiento que tiene que ver mucho con la música de edición en esos textos. Y hay historias, relato no narrativo. Una especie de épica, pero al revés. Antiépica, digamos. Siempre con una obsesión mía, que tiene que ver con demostrar que el relato no es un patrimonio exclusivo de la narrativa, sino que puede construirse con muchos otros elementos. La poesía, sin ir más lejos.
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